La necesidad de actuar contra el cambio climático

Los estudios se repiten. El cambio climático es una realidad y no hay tiempo que perder para combatirlo. Estos coinciden en que las olas de calor, los deshielos, los ciclones y demás fenómenos meteorológicos, que antes sucedían de manera ocasional, ocurren con cada vez más frecuencia, por lo que es momento de actuar. De lo contrario, muchos animales que hoy son noticia por su manera de reproducirse, entre otras cosas, desaparecerán. Ya se ven, de hecho, nuevas conductas en las cadenas migratorias. Y es que, al ritmo actual, Madrid tendrá en 2050 el clima de Marrakech y Londres el de Barcelona. Lo dice la prestigiosa revista Plos One.

Por tanto, no queda otra que actuar y toca hacerlo ya porque, como dice el lema de diferentes manifestaciones en las últimas fechas, “No hay un planeta B”. Y es que estos efectos son visibles más rápido de lo que algunos expertos predijeron, por lo que no hay tiempo que perder para que la sociedad tome conciencia de lo que está pasando. El Día de la Tierra y el Día Internacional contra el Cambio Climático han mostrado que la solidaridad no entiende de fronteras y que la predisposición de los seres humanos para ayudar es real. Hay voluntad por parte del ciudadano y por parte de muchas empresas, como PokerStars, Adidas o Iberdrola, que están actuando en consecuencia, con medidas para reducir el impacto de la contaminación. Esta última ha colaborado, por ejemplo, en una reciente mesa en el Club Información para abordar el problema de los microplásticos en el Mediterráneo, que acumula siete veces más residuos de este material que el resto de mares.

The Ocean Cleanup ha empezado a retirar plástico del Pacífico

Al ritmo actual, se calcula que para 2050 habrá en el océano más plásticos que peces, de ahí la importancia de reducir su consumo y dar eco a las iniciativas de ciertas empresas. Ya en 2018, la Unión Europea aprobó prohibir para 2021 los de un solo uso, aunque habrá países que se adelantarán al entrar la norma en vigor en 2020, como es el caso de España.

Por otro lado, conviene saber que las acciones de compañías como The Ocean Cleanup merecen un gran reconocimiento. Esta ideó un aparato en forma de gran barrera con la que recolectar grandes cantidades de basura. Tras un primer modelo defectuoso, que no bloqueaba el microplástico, ha lanzado un segundo que ya está en uso. Al parecer ha empezado a retirar toneladas de basura en el Pacífico, concretamente entre Hawái y California, donde vive un total de 1,8 millones de desechos en la conocida como isla de la basura. A corto plazo, su reto es reducir esta en un 50 % durante el próximo lustro y acabar con casi la totalidad del deshecho, a nivel mundial, en unas décadas.

A la concienciación ciudadana y empresarial, falta que se una la de algunas naciones. Estados Unidos y China están hoy más preocupados por su guerra tecnológica que en aprobar medidas como las de la UE, pese a ser los dos países más contaminantes. Los asiáticos, de hecho, lideran la general abarcando el 30 % de la contaminación global, al emitir a la atmósfera su industria más dióxido de carbono que nadie. Por su parte, EE. UU. dispone del parque automovilístico más grande y antiguo, sin planes a la vista de reformas para el bien del medioambiente en este sentido. Por el contrario, en el viejo continente se vienen aprobando medidas para reducir la contaminación y dar el salto a los híbridos y los eléctricos. Noruega es el polo opuesto a Estados Unidos. Ha pasado de contar con un 80 % de coches diésel a un 60 % de eléctricos. Dicho descenso se debe a que para 2025 se ha prohibido la venta de los primeros, por lo que el fenómeno del cambio entre los noruegos está en marcha.

A fin de evitar el continuo deshielo de los polos y el riesgo que ello conlleva para el oso polar, para acabar con los residuos de plástico en los océanos y para respirar un aire más limpio, se entiende como necesario actuar a imagen y semejanza de muchos ciudadanos, algunas empresas y ciertos países, y tratar de sumar a la lucha a China y a Estados Unidos.